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Florencio Aliaga y el 1° de mayo

(texto del 1 de mayo de 2016)

Este año muchos ni siquiera notaron la existencia del Primero de Mayo, cayó domingo y el feriado no pudo ser disfrutado. Son los mártires de Chicago los que inspiran esta “celebración”, unos anarcosindicalistas que en la década de 1880 pedían la jornada de 8 horas, entre otras cosas que ahora consideramos normales. En vez de hablar de unos gringos que siempre suenan ajenos y perdidos en el tiempo, quiero contar un poco de la historia del  1° de mayo un poco más desde acá.

Para empezar, es la organización de los trabajadores lo que se celebra hoy, no su simple existencia. Es la capacidad de reclamar, presionar y arrancarle algo al patrón capitalista lo que se recuerda hoy. Es la posibilidad de mirar más allá de los intereses personales lo que constituye la esencia de este día. La historia de Florencio Aliaga nos muestra un poco de esto por lo que quisiera dedicarle unas líneas a este olvidado héroe nacional.

Quiero recordar a este personaje de principios del siglo pasado porque veo a muchos hoy citando frases de Steve Jobs, solo por poner un ejemplo, para celebrar este día; pisemos tierra y démonos cuenta del engaño. Jobs es parte del 1% de la población que disfruta con el trabajo del resto de nosotros, podemos admirarlo, pero al menos por hoy recordemos al otro 99% que debe luchar, organizarse y levantar la voz para arrancarle algo a ese 1% que vive a sus expensas.

Florencio Aliaga murió un 19 de mayo, fue enterrado con un pabellón nacional sobre su féretro y rodeado de una multitud de obreros. Era jornalero en el Callao y tenía treinta y seis años de edad cuando murió. Fue un disparo el que terminó su vida, le destrozó la pierna derecha cuando él y sus compañeros obreros se enfrentaban a las fuerzas policiales en el Callao, pedían lo que hoy consideramos un derecho elemental que ni el más rabioso derechista negaría: no trabajar más de ocho horas al día.

Pongamos a Aliaga en contexto. En 1904 los trabajadores manuales del puerto del Callao se organizaron y decidieron iniciar una huelga. Sus reclamos eran bastante básicos, nada radical ni inalcanzable; la empresa, como casi todas en casi todos los tiempos, adujo que era materialmente imposible mejorar las condiciones de trabajo.  Es así que el día 6 de mayo, junto con trabajadores de fábricas aledañas, el Gremio de Jornaleros del Callao decide paralizar el principal puerto del país para exigir un cambio en su situación.

La policía ya los había amenazado: si asumían una actitud de desorden la autoridad respondería sin miramientos. Con valentía y determinación, la huelga continúo durante días. Los obreros organizaron sociedades de apoyo mutuo, ollas comunes y un fondo de huelga para apoyar a aquellos que no podían sostenerse sino cobraban el jornal. Esta acción pasó de la resistencia a la acción el día de la muerte de Aliaga, el 19 de mayo.

Con la excusa de proteger a los obreros que abandonaban la huelga para volver al trabajo, debido al aumento de unos cuantos centavos que había ofrecido la patronal, la policía hizo su aparición en el puerto en gran número. Sin dudas movidos por el hambre y la necesidad, estos obreros le dieron la espalda a la organización y a la huelga sin darse cuenta del momento histórico que vivían.  Es cierto que corrían riesgo, pero  veremos que la acción de la policía, ayer y  hoy, no consiste solo en cuidar y que fueron ellos los violentos.

Aliaga y sus compañeros, en cambio, decidieron continuar la medida de fuerza.  Cómo inicio el enfrentamiento no está claro, lo cierto es que la policía atacaba con armas de fuego y los obreros con piedra en mano, una imagen familiar hasta hoy en día. Fue en ese trance, en la calle Manco Cápac del Callao, que murió Florencio Aliaga, un hombre del que no conocemos casi nada, no sabemos sus ideas ni su programa, o si tenía uno más allá de la necesidad y la solidaridad obrera. Sí sabemos algo que es doloroso reconocer: solo con su muerte la huelga del Callao de 1904 encontró solución.  Se firmó un pacto entre los huelguistas y las autoridades, estos últimos tuvieron que ceder luego de la violencia. Hoy, 112 años después, los pactos que resuelven los conflictos sociales siguen firmándose con sangre. Se rubrican con plumas de oro, pero la tinta la proporcionan siempre la policía o el pueblo derramando su sangre.

El primero de Mayo de 1905 las calles de Lima se vistieron de rojo, “por primera vez en esta tierra, el 1° de mayo desfilan ante las autoridades absortas centenares de parias cobijados bajo el estandarte rojo”, decía un periódico sindicalista de la época. Yo me pregunto hoy, cuando José Chlimper (ver video) puede ser el vicepresidente del Perú y la hija de Alberto Fujimori, asesino de Pedro Huilca la presidenta, ¿dónde están esos parias? ¿Dónde están las banderas rojas como la sangre de Florencio Aliaga?

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